lunes, 23 de julio de 2018

La cornada (1960). Alfonso Sastre


Drama en un prólogo, dos actos y un epílogo de Alfonso Sastre (n. 1926) estrenado en el Teatro Lara de Madrid el 14 de enero de 1960. El reparto era el siguiente: Carlos Larrañaga (José), María Asquerino (Gabriela), Adolfo Marsillach (Marcos), Elena Altea, Encarna Paso, Félix Navarro, Luis Morris. Dirección: Adolfo Marsillach.

La obra presenta el desgarrador conflicto interno del torero José Alba, atrapado entre el amor a un mujer (su esposa Gabriela) y el amor a su profesión (representada por su apoderado Marcos).
La cornada es (..) un drama que, tomando pie en lo que pudiéramos llamar "anécdota taurina" de ambición, miedo, amor y muerte, no se queda en una periferia costumbrista e intenta sentar premisas y extraer consecuencias de orden más elevado y generoso. Viene a decirnos que los toreros, como cualquier otra clase de artistas, no pueden ser tratados por seres sin escrúpulos como marionetas de un juego turbio y mendaz, sino como seres humanos dignos de todo respeto y consideración. Y eso claro está que merece nuestra aprobación y nuestro elogio. (...) Aunque La cornada desde su título a su ambiente y a sus personajes pueda ser considerada superficialmente como una obra de atmósfera taurina, la verdad es que en su fondo y en su trasfondo alienta otro propósito: el de dar nuevas versiones de viejos mitos y el de estremecernos con una lucha de pasiones opuestas y contrapuestas que, en definitiva, es la mejor condición de las obras teatrales de empeño y de altura. (Alfredo Marqueríe en ABC del 15 de enero de 1960).

España es el toro. Uno de mis dramas se llama La cornada, obra contra la fiesta de toros. Pese a esto, no soy un apasionado antitaurino. Autores como José Bergamín (1895-1983), quien fue extraordinariamente progresista, uno de nuestros intelectuales más leales a la causa democrática, era muy taurino y conocedor de la fiesta de toros. A veces discutía con él y cuando publiqué La cornada escribió como tres artículos elogiosos sobre mi libro, aunque manteniendo su punto de vista favorable a la fiesta taurina. (Alfonso Sastre en La Jornada del 9 de enero de 2005)

Buen ejemplo de los peligros que corría un teatro realista fue lo sucedido con La cornada, que inicialmente iba a ser dirigida por José María de Quinto y protagonizada por Fernando Granada; pronto advirtieron director y autor que el enfoque casticista y de crítica particular que el actor le confería, inspirada incluso en un apoderado concreto, nada tenía que ver con la dimensión general que Sastre pretendía. Hubo, pues, que romper el proyecto y fue Adolfo Marsillach quien realizó con ella «un montaje experimental» en el que destacaban la falta de color y la música concreta de Cristóbal Halffter que potenciaban el carácter universal a partir de un tema y un ambiente localistas. No respondió el público, quizá por eso mismo, a pesar de que los críticos coincidieron en señalar unos excelentes resultados y en advertir el verdadero sentido de la obra. Gonzalo Torrente Ballester, tras referirse a «la relación abstracta dominador-dominado» visible a partir de estos personajes, alabó «la honradez constructiva y técnica de La cornada, la eficacia de su diálogo, la importancia de lo que se dice y de lo que se da a entender; en una palabra, todas esas cualidades patentes de gran pulso de dramaturgo...». Adolfo Prego pensaba que en la obra «existe una idea latente, un ataque feroz contra la sociedad, que ha llegado a sustituir la verdad por la propaganda». (...)
Tras el estreno de La cornada tuvo lugar un hecho singular: José María Pemán publicó un artículo en ABC ponderando el acierto del autor y la hondura de la obra. Esto llamó la atención hasta el punto de que Primer Acto reprodujo el texto de Pemán junto a una carta de Sastre calificando tal comunicación como un «milagro». Sastre se refería al «clamor» producido por el artículo y al tino de aquél al juzgar la obra, al tiempo que destacaba «la importancia de su acto como signo de algo que es maravilloso y de lo que todavía estamos, creo, muy necesitados: comprensión, comunicación y, en suma, solidaridad con los propósitos honrados». (Mariano de Paco)

¿Por qué no hemos de hacer ahora en el teatro un existencialismo, un vitalismo nuestro? No es el modelo lo que va a faltarle para esto al pueblo más vital de Europa. Nos la dejamos ganar un poco en la época de lo intelectual. Bueno estuviera que nos la dejáramos ganar también en la época de lo existencial: en la época en que más debemos de estar en nuestro terreno. Y bueno fuera que dejáramos escapar, sin enterarnos, el magnífico esfuerzo asimilador que en esa línea ha cumplido Alfonso Sastre. El hombre en el mundo se ha quedado solo: sin Dios, sin convicciones, sin valores. (José María Pemán en ABC del 28 de enero de 1960).

jueves, 12 de julio de 2018

Otra vez el diablo (1935). Alejandro Casona


Cuento de miedo en tres jornadas y un amanecer de Alejandro Casona (1903-1965). Estrenado en el Teatro Español de Madrid el 26 de abril de 1935.

Reparto: Margarita Xirgu (Estudiante), Pedro López Lagar (Diablo), Pilar Muñoz (Infantina), Enrique Álvarez Diosdado (Cascabel), José Cañizares (capitán de bandoleros), Enrique García Álvarez (Farfán), Alberto Contreras (Pedagogo), Amalia Sánchez Ariño (Dueña), Fernando Aguirre (Rey), Fernando Porrredón, Ricardo Merino, Rafael Cores, Manuel Tarrrazo.
Decorados: Sigfrido Burmann. Vestuario: Victorina Durán.

Tras haber sido desvalijado por unos bandoleros, un joven Estudiante salmantino, en su camino hacia universidades europeas, se topa con el Diablo que intenta, sin éxito, que sucumba a diversas tentaciones. Superado el percance, y retomando su camino, el Estudiante encuentra una bella Infantina (de la que queda inmediatamente prendado) que se hace acompañar por el bufón Cascabel. Pese a que los avances del joven parecen producir efecto, las zancadillas del bufón impiden que culmine sus intentos con la chica. Humillado, el Estudiante recurre de nuevo al Diablo para lograr sus objetivos de amor.

Casona ha levantado la arquitectura graciosa de su comedia trayendo a los tiempos actuales y al espíritu moderno unas cuantas tradiciones vivas del pensamiento, del teatro y de las letras. Más clasicismo hay en esta producción actual de Casona que en tantos y tantos "pastiches" e imitaciones serviles de la letra como hay por el mundo con la pretensión de clásicos, castizos y de la buena cepa del siglo de oro. Aquí, el clasicismo o, por mejor decir, la condición vital, va en la entraña, en el dinamismo, en el espíritu que recela de las fórmulas, en ese modo de arte seguro que consiste en jugar a la luz y a las sombras, con la claridad de la conciencia y los caminos obscuros o en penumbra del subconsciente. (...) Comedia de extraordinaria amenidad y muy divertida y graciosa en los incidentes y en los recursos teatrales que acreditan a un autor de cuerpo entero. (...) Hacía mucho tiempo que no veíamos en España una comedia tan enjundiosa, de tanta finura, tan bien hablada y tan bien construida como ésta de Alejandro Casona, estrenada anoche en el Español. (Luis Araujo-Costa en La Época del 27 de abril de 1935)

Otra vez el diablo es una farsa teatral magnífica. Hablada en un castellano sabroso, castizo y moderno, de una flexibilidad que no excluye con los arcaísmos más graciosos las modalidades de expresión más de hoy. La acción, siempre ágil y sorprendente, lastrada de un profundo pensamiento dramático, cobra alas de gracia en los episodios que esmaltan el camino de las tres jornadas sin desviarnos un ápice de la recta del fin propuesto. Su interés culmina en el tercer acto, donde el divertimento del espectáculo adquiere la gravedad necesaria para darle entidad superior, de creación escénica de primer plano, a Otra vez el diablo, en la victoriosa lucha del Estudiante contra la tentación carnal que rebajaría, vencedora, la limpidez de su amor por la Infantina. (Juan G. Olmedilla en Heraldo de Madrid del 27 de abril de 1935)

Otra vez el diablo… Y es lástima que no nos visite con mayor frecuencia. Nos haría un gran favor. Acabaría por espantarnos a los vulgares serafines que estragan las aficiones del público con sus jaculatorias sentimentales. Buena jornada la de ayer. Casona fue aclamado. Lo merecía. Algunas muchachas que asistieron al estreno habrán soñado anoche con el diablo. Lo merecen también las pobrecillas. En la variación está el gusto. (Arturo Mori en El Liberal del 27 de abril de 1935)

“Otra vez el diablo” está escrita en prosa pulcra y bella. Estilo en el que se logra íntegramente la síntesis de todo lo que significa tiempo y espacio en el teatro moderno. La idea directriz se manifiesta siempre libremente, con deliciosa espontaneidad. Los movimientos y los gestos de todos los personajes forman las precisas etapas para obtener la definitiva imagen escénica deseada. La forma, en conjunto, corresponde a la encarnación de la idea satírica de la comedia.
Como espectáculo, “Otra vez el diablo” tiene todas las resonancias y todos los aspectos teatrales necesarios. Mérito indiscutible del Sr. Casona. Porque si el teatro es todo espectáculo, no todo espectáculo es teatro. (Eduardo Haro en La Libertad del 27 de abril de 1935)

“Otra vez el diablo” es un cuento, unos sucesos fantásticos, de más alto vuelo en la forma que en el fondo, circunstancia ésta que le quita infantilidad a la comedia, pero que, indudablemente, le presta mayor estimación. (Gonzalo Latorre en La Nación del 27 de abril de 1935)

Nada tiene, pues, de particular la expectación que el estreno de “Otra vez el diablo” ha promovido, de lo cual fue anoche buena prueba la calidad y el número de las gentes reunidas en la sala del Español. Un estreno de Casona en el Español, interpretado por Margarita Xirgu y sus huestes… Sabroso manjar, en verdad, para los paladares exquisitos. “Otra vez el diablo” muestra inmediatamente la calidad literaria que teníamos derecho a esperar. Bastan las primeras escenas para descubrir al escritor de raza. El autor no ha escogido un tema así como quiera, aunque la clasificación de simple cuento o fábula, y más aún la manera sencilla como está tratando, pudieran despistarnos. Todo problema resuelto parece fácil. Toda armonía resultante de un conjunto anteriormente diversificado se nos antoja logro natural y previsto. Mas en arte suele ocurrir que lo más aparentemente sencillo y elemental es en rigor lo más difícil de lograr, aunque no se advierta el esfuerzo. (Antonio Espina en El Sol del 27 de abril de 1935)

Sin predecir la suerte que corra después el “cuento de miedo” recién estrenado, se ha de señalar su nobleza de estirpe y su finura de realización literaria, unida, ya que hemos dado en creer que el teatro y la literatura son cosas aparte, a un sentido teatral visible a todas luces. (Enrique Díez-Canedo en La Voz del 27 de abril de 1935)

El sencillo asunto se presenta vestido con un ropaje vario, en el que hay notas jocosas, ribetes burlescos, toques de ironía y alardes de humorismo, predominando este último. El Sr. Casona ha querido que el tono escaso del fondo de su obra se compensara con un diálogo muy literario y hondo. La gracia y el chiste vertidos en él son cerebrales; el autor se burla de sus criaturas evidenciando sus defectos, pero dejando ver en el fondo de sus invectivas un poco de piedad para ellas. Como el autor dijo “cuento”, quiso luego que las flores de ingenio compensasen al espectador para que no se sintiera defraudado. La infantilidad se pone galas de filosofía y de crítica de vida. (A.C. en ABC del 27 de abril de 1935)